miércoles, 17 de diciembre de 2008

Diálogo de película

- En fin, mi amiga me decía que la próxima vez que salga con un hombre hará un cuestionario sobre qué le gusta y qué no.
- ¿Escrito o en voz alta?
- Sí, la mayor parte por escrito.
- Y no sería sólo de responder sí o no. Sería algo más complicado. Como, por ejemplo, si la pregunta es: "¿Te gusta el sadomasoquismo?" la respuesta podría ser: "No, pero una nalgada de vez en cuando no sobra".
- Sí, o: "¿Te gusta decir obscenidades en la cama?"
- ¿Algo así?
- Sí, pero no sólo cualquier obscenidad. "¿Qué palabra en especial te gustaría escuchar?"
- ¿Qué, yo?
- Bueno, sí.
- Por ejemplo, ¿qué palabra específica te gustaría escuchar?
- No sé.
- ¿Qué opinas de la palabra "coño"?
- Me encanta.
- Bien.
- Es increíble lo pervertidos que nos volvimos en estos 9 años.
- Al menos ahora no tenemos que fingir que cada experiencia sexual es algo que cambiará la vida.
- Lo sé. Ya lo has metido en tantos lugares que está a punto de caerse.
- Y yo no puedo esperar que te hayas convertido en nada menos que una puta.
- Sí, gracias.

- Creo que el libro que escribí como que construía algo para que yo no olvidara los detalles del tiempo que pasamos juntos. Como un recordatorio
de que sí nos conocimos una vez. Sabes, que esto era real, que sí sucedió.
- Me alegra que digas eso, porque siempre me siento rara porque nunca puedo seguir adelante así: La gente tiene un romance, o incluso relaciones completas, rompen y lo olvidan. Siguen adelante como si hubieran cambiado la marca del cereal. Yo siento que nunca pude olvidar a nadie con quien he estado porque cada persona tenía sus propias características.
Uno no puede reemplazar a nadie. Lo que se perdió se perdió. Cuando cada relación termina, me hiere mucho. Nunca me recupero del todo.
Por eso soy muy cuidadosa al involucrarme porque me duele mucho. Incluso acostarme con alguien, en realidad no hago eso, porque extrañaré las cosas más mundanas de la persona.
Me obsesionan las cosas pequeñas. Tal vez estoy loca.

Cuando era niña mi mamá me dijo que siempre llegaba tarde a la escuela.
Un día ella me siguió para saber por qué. Yo estaba viendo las castañas caer de los árboles y rodar en la acera o las hormigas cruzando el camino, la sombra de una hoja en el tronco del árbol. Cosas pequeñas.
Creo que lo mismo pasa con la gente. Veo en ellos pequeños detalles, muy propios de cada uno que me conmueven y que extraño y que siempre extrañaré.
Nadie se puede reemplazar porque todos están hechos de detalles hermosos y específicos.
Como, recuerdo que tu barba tiene un poco de rojo y cómo el sol la hacía brillar esa mañana antes de que te fueras. Recuerdo eso, y lo extrañé.
Realmente loca, ¿verdad?

- Ahora lo sé. ¿Sabes por qué escribí ese estúpido libro?
- ¿Por qué?
- Para que tú fueras a una lectura en París y yo pudiera ir y preguntarte, "¿Dónde diablos estabas?"
- No... ¿Pensaste que yo estaría hoy aquí?
- Hablo en serio. Creo que lo escribí, de cierta forma, para tratar de encontrarte.
- Bien, eso... Sé que no es cierto pero es lindo.
- Yo creo que es cierto.
- ¿Cuáles eran las probabilidades de volvernos a ver?
- Después de ese diciembre, yo diría que casi cero.
- Pero de todas formas no somos reales, ¿no? Sólo somos personajes en el sueño de esa vieja. Está en su lecho de muerte, soñando con su juventud.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Así es la vida, donde el instante de belleza de una mirada cómplice vale más que todo el oro del mundo.

Juan Angel Szama dijo...

antes del atardecer?