domingo, 27 de mayo de 2012

Hablar


Hablar sin hablar.
Hablar de a señas, de a pedazos.
A los golpes, a las apuradas, corriendo entre la gente.

Hablar cortito, rápido, poco.
Hablar porque sí, porque sino qué.
Hablar con las fotos, con las manos, con fideos fríos
que se desgarran breves al crujir de dientes ávidos.

Hablar temerosos, dispersos.
Como si ese tiempo fuera eterno.
Como si una tarde se pareciera a una vida.
Como si ayer no hubiera pasado nada
y mañana todavía fuera nuestro.

Hablar por los codos, a los cuatro vientos.
Insignificantes frente al mundo.
Ese mundo de playas, de aventuras, de sillones y gatos, y alfombras, criaturas.
Ese mundo que nos ve desde afuera.
Desde atrás.

Hablar sin palabras.
Hablar sin mirar.
Hablar para hacer ruido.
Para creer que así se sella algo, se sostiene algo, se planta bandera.

Hablar nada más.
Sin esperar.
Sin entender. Sin sentir.

Hablar
sin decir

nada.

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