viernes, 2 de enero de 2009

Visión de reojo, Luisa Valenzuela

La verdá, la verdá, me plantó la mano en el culo y yo estaba a punto de pegarle cuatro gritos cuando el colectivo pasó delante de una iglesia y lo vi persignarse. Buen muchacho después de todo, me dije. Quizá no lo esté haciendo a propósito o quizá su mano derecha ignore lo que su izquierda hace o. Traté de correrme al interior del coche –porque una cosa es justificar y otra muy distinta dejarse manosear- pero cada vez subían más pasajeros y no había forma. Mis esguinces sólo sirvieron para que él meta mejor la mano y hasta me acaricie. Yo me movía nerviosa. Él también. Pasamos frente a otra iglesia pero ni se dio cuenta y se llevó la mano a la cara sólo para secarse el sudor. Yo lo empecé a mirar de reojo haciéndome la disimulada, no fuera a creer que me estaba gustando. Imposible correrme y eso que me sacudía. Decidí entonces tomarme la revancha y a mi vez le planté la mano en el culo a él. Pocas cuadras después una oleada de gente me sacó de su lado a empujones. Los que bajaban me arrancaron del colectivo y ahora lamento haberlo perdido así de golpe porque en su billetera sólo había 7400 pesos de los viejos y más hubiera podido sacarle en un encuentro a solas. Parecía cariñoso. Y muy desprendido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Había escrito un comentario, pero se desprendió de internet.
No importa, algunas cosas se pueden repetir, yo decía algo así como que cuántas veces uno le pone segundas intenciones al asunto...y ahora agrego: interesante relación entre el sexo y el dinero

lindo post

besotes